viernes, 31 de diciembre de 2010

La Fiesta del Año Nuevo...

Los orígenes de la  fiesta del Año Nuevo son tan sumamente antiguos. Pues es la más antigua y universal de las festividades religiosas. Curiosamente, su historia comienza en una época en la que aún no existía un calendario anual. El tiempo transcurrido entre la siembra y la cosecha representaba un “año” o ciclo.


La referencia más antigua que se ha registrado de esta fiesta data de las celebraciones que se efectuaban en la ciudad de Babilonia, cuyas ruinas se alzan cerca de la mo­derna ciudad de Al-Illah, en Irak. Misma que se realizaba a fines de marzo, en el equinoccio vernal o de primavera, esto es, al comenzar esta estación y los eventos festivos duraban once días. Si comparáramos los modernos festejos con los realizados por los babilonios estos palidecerían al equipararlos con aquellos.

Las festividades las iniciaba un sumo sacerdote que, ha­biéndose levantando dos horas antes del alba y tras bañarse en las aguas sagradas del Éufrates, ofrecía un himno al dios local de la agri­cultura, Marduk, orando para pedir un nuevo ciclo de cosechas abundantes. Se pasaba la grupa de un carnero decapitado por los muros del templo, a fin de absorber todo contagio que pudiera infestar el sa­grado edificio y, por extensión, la cosecha del año siguiente. La cere­monia recibía el nombre de Kuppuru, palabra que apareció entre los hebreos casi al mismo tiempo, en su día de Reparación, o Yom Kippur.

Para los egipcios su Año Nuevo empezaba el 15 de junio; para las culturas andinas, a principios de diciembre, y para los  celtas, el 1 de noviembre. Son tres ejemplos de los muchos que se podrían esgrimir, puesto que el hecho de nuestro año nuevo empiece un 1 de enero obedece más a cuestiones prácticas, astronómicas o agrícolas.  Todos tenían algo que decir o apostillar, basándose en sus conocimientos científicos y en sus creencias religiosas. 

Tanto desde el punto de vista astronómico como del agrícola, enero es el peor tiempo para comenzar simbólicamente un ciclo agra­rio o Año Nuevo. El sol no se encuentra en un lugar adecuado del cielo, como ocurre en los equinoccios de primavera y otoño y en los solsticios de invierno y verano, los cuatro acontecimientos solares que ponen fin a las estaciones. El traslado de este día sagrado se inició con los romanos.

Según su antiguo calendario, los romanos consideraban el 25 de marzo, comienzo de la primavera, como el primer día del año. Sin embargo, los emperadores y los altos funcionarios alteraron repeti­damente la longitud de meses y años para ampliar el tiempo de sus mandatos. Las fechas del calendario guardaban tan poca sincroniza­ción con los hitos astronómicos en e! año 153 a.C., que para fijar con seguridad numerosas ocasiones de tipo público el Senado ro­mano declaró el 1 de enero primer día del año. A continuación se produjeron nuevas alteraciones de fechas, y para iniciar de nuevo el calendario, el 1 de enero, en el año 46 a.C., Julio César tuvo que prolongar el año hasta 445 días, por lo que se conoce en la historia como “Año de la Confusión”. El nuevo calendario creado por César fue llamado, en su honor, calendario juliano.

LA NOCHEVIEJA

Desde tiempos muy antiguos, ésta ha sido la más bu­lliciosa de las noches. Para los antiguos agricultores europeos, los espíritus que destruían las cosechas por medio de enfermedades eran barridos durante la no­che que precedía al Año Nuevo, con un gran concierto de cuernos y tambores. En China, las fuerzas de la luz, el Yang, derrotaban anual­mente a las fuerzas de la oscuridad, el Yin, cuando en esta noche má­gica la gente se congregaba para hacer sonar platillos y detonar petar­dos. En Norteamérica, fueron los holandeses, en su colonia de Nueva Amsterdam, en el siglo XVII, quienes originaron las modernas cele­braciones de la Nochevieja, aunque es posible que los indios nativos de esas tierras les hubieran dado un ruidoso ejemplo en este sentido, y con ello hubieran allanado el camino. Mucho antes de que llegaran los colonos al Nuevo Mundo, la fiesta de Nochevieja era observada por los indios iroqueses, que la relacionaban con la cosecha de maíz. Reuniendo ropas viejas, útiles caseros de madera, maíz y otros cereales los indios arrojaban estas posesiones del año anterior en una gran hoguera, con lo que significaban, el comienzo de un Nuevo Año y una nueva vida. Era una costumbre antigua tan literal, en su significado, que los eruditos de épocas muy posteriores no tuvieron que especular sobre su sentido.


Después de la conversión de Roma al cristianismo en el siglo IV, los emperadores siguieron organizando celebraciones de Año Nuevo. Sin embargo, la naciente Iglesia abolió todas las prácticas paganas (es decir, no cristianas), y por tanto condenó estas festividades como es­candalosas y prohibió a los cristianos su participación en ellas. A me­dida que la Iglesia consiguió conversos y poder, planificó estratégica­mente sus propias fiestas para competir con las paganas, en muchas ocasiones aprovechándose de su popularidad. Para rivalizar con la fiesta de Año Nuevo, el 1 de enero, la Iglesia estableció su propia fes­tividad en la misma fecha, la Circuncisión del Señor, que todavía ob­servan católicos, luteranos, episcopalianos y numerosas Iglesias orto­doxas de Oriente.

Entre los romanos Enero (Ianuarius, en latín) estaba dedicado al dios bifronte Ianus, "que mira delante y detrás, al final del año transcurrido al principio del próximo". A Jano se le representa con dos rostros: uno barbudo  y viejo y el otro joven. Su función consistía presidir los inicios y los renacimientos iniciáticos. Así pues se dedicaba a Jano bifronte -llamado el Iniciador- el mes había sustituido a marzo como inicio del año.

En este día lo romanos solían invitar a comer a los amigos y se regalaban ramos de laurel o de olivo procedentes del bosque sagrado de Strenia, la diosa de la salud, como augurio de fortuna y de felicidad. De aquí proceden los "strenae"  romanos u obsequios de Año Nuevo (la costumbre guatemalteca de estrenar en esta fecha probablemente haya sido traída por los españoles quienes a su vez recibieron la influencia romana) que con el tiempo adoptaron la forma práctica y dulce de regalar o intercambiar jarros de miel con dátiles e higos con la frase: "Para que pase el sabor amargo de las cosas y que el año que empieza sea dulce". Los  strenae romanos persisten en el verbo español estrenar.

A diferencia de nuestro calendario actual, las calendas de enero de los antiguos romanos no eran unas fechas de vacaciones. Por el contrario, los actos de trabajo eran considerados como muy recomendables porque, según prescribía Jano (en palabras de Ovidio): "Consagraré a todos aquellos que empiezan el año trabajando para que no tengan un año ocioso".  


EL BEBÉ DEL AÑO NUEVO

La idea de utilizar un recién nacido para simbolizar el comienzo de un nuevo ciclo surgió en la antigua Grecia alrededor del año 600 a.C. En las fiestas dionisiacas, era costumbre hacer desfilar, como homenaje a Dionisos, dios del vino y de las francachelas, un bebé en un cesto de juncos, que representaba el renacimiento anual de ese dios como espíritu de la fertilidad. En Egipto se efectuaba una ceremonia similar representada en la tapa de un sarcófago que hoy se encuentra en un museo británico. Dos hombres, uno de ellos viejo y con barba y el otro en el apogeo de su juventud, aparecen en él portadores de un bebé en un cesto de mimbre.

Tan corriente era el símbolo del bebé del Año Nuevo en tiempos de los griegos, egipcios y romanos, que la primitiva Iglesia católica, tras no poca resistencia, permitió finalmente a sus miembros la utilización en celebraciones, con tal de que quienes participaban en ellas admitieran que el bebé no era un símbolo pagano, sino una efigie del Niño Jesús. Nuestra moderna imagen de un bebé en pañales y con el número del año en el pecho se originó en Alemania, en el siglo XIV, y apareció sucesivamente en ilustraciones y en canciones de cada época.

El fin de año siempre ha sido motivo de celebración.  Algunas tradiciones religiosas sostienen que la última noche del año pasa el ángel del Señor anotando en el libro de la vida a quienes vivirán un año más. Por lo que esa noche se celebra o nuestro último año viejo pues no veremos la siguiente o la oportunidad de ver nuevamente otra.

Ojalá que esta última noche del año nos sirva para reflexionar sobre lo que hicimos o dejamos de hacer. Lo que hubiéramos querido hacer y no hicimos y que podemos hacer el próximo año y recapitular sobre todo con  espíritu introspectivo, sobre el bien y el mal que causamos así como en que podemos mejorar nuestra actitud hacia las demás personas.

Deseo firmemente que durante esta reflexión de último día del año nos hagamos nuestros propósitos para el año venidero y que tengamos la fortaleza necesaria para cumplirlos.

Que el Soberano Arquitecto del Universo les permita a cada uno encontrar la felicidad, la prosperidad y por sobre todo la fe en que podemos con un poco de buena voluntad cambiar el destino de nuestro mundo…





2 comentarios:

  1. ESTIMADOS AMIGOS:
    Soliciten al sitio REDGUATEDIGITAL.BLOGSPOT.COM y al sitio CNN.COM del telenoticiero norteamericano CNN al reportaje y a la consulta popular de mi oprobio sexual con mi pais Guatemala por unos impostores polares que me calumniaron de inminente onanista por especularme de prevaricador segun el sitio ENTRANDOENLAMADRIGUERA.BLOGSPOT.COM porque revela el paradero de los tales. Tambien solicito la reconciliacion comunitaria del sector 6 de Las Rosas de residenciales San José del municipio de San José Pinula del departamento de Guatemala de mi pais Guatemala con el sector 5 de Los Claveles de la misma colonia porque los ultimos fueron convalecidos de sus discriminaciones por inminentes renegados.

    Atentamente:
    Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
    Documento de identificacion personal:
    1999-01058-0101 Guatemala,
    Lider universal de los partidos politicos.

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