domingo, 29 de marzo de 2009

A manera de introducción...mi Guate.

Aunque eso de introducción se presta a muchos equívocos, ante todo en estos dorados tiempos. Quisiera compartir con todos los cibernautas y principalmente con aquellos cibernautas chapines mis opiniones, sueños y esperanzas.  Y, por supuesto crear un espacio de discusión civilizada del acontecer nacional.

Quisiera empezar por decir que la coyuntura (me gustó la palabrita porque suena algo  así como intelectualoide), que vive nuestro país, esta de la chingada. No hay día de Dios, que los medios de comunicación no informen de una catizumbada de muertos. Cuando yo era patojo - y de eso ya hace varias lunas- la novedad es que hubiera un muerto. Y, eso que crecí en pleno conflicto armado y con estados de sitio y cuanto la vida de la gran puta.  Al extremo que por las noches era común en mi pueblo allá en la costa, que cortaran la luz electrica. Recuerdo que mis tatas y mis hermanos mayores,  que ya eran adultos en ese entonces, decían "a más de alguno se van a quebrar". Y, efectivamente al día siguiente ya andaba la bola de quien faltaba en el pueblo. 

Pero ahora no hace falta que se vaya la energía. No,  que va,  ahora no desaparecen. Ahora esos pisados mareros se los llevan hasta a plena luz del día y aparecen por ahí descuartizados. Asesinados con una saña que mis respetos,  puras licas gringas de terror. Ese serote de Viernes 13 el mentado Jason se queda chiquito con esos pisados.  Estos hijos de Satanás les sacan las viceras hacen churrasco con ellas y se las hartan en un acto de canibalismo propio  únicamente de las fieras (aunque estas matan por hambre y estos pisados por diversión).

Así las cosas en esta nuestra Guatechula, quiero sumarme ha ese montón de gente que en este momento eleva su voz. Porque yo también estoy desesperado y vivo con una zozobra de la gran diabla, angustiado esperando que me llamen para decirme que asaltaron a alguno de mis hijos, o en el peor de los casos que se lo hecharon. Todos los días llamo a mi querido hermano para asegurarme que esta bien, porque con lo brincón que es, me da pena que en la calle alguno de esos locos automovilistas que andan armados le de por toda la madre.  Y, ya que no  nos dan chance de hacerlo por otro medio quisiera escribir aquí por los que no tienen voz. Por aquella gente a la que la justicia le mete el huevo, muchas veces sin ser culpables, para muestra un boton lean el interesante articulo sobre la justicia publicado este domingo en la revista del mismo nombre de Prensa Libre y que reproduzco abajo por considerarlo de interes. Escribo pues por aquellos que no tienen conectes, los que no tienen billete para pagar abogansters, ni mucho menos untarle la mano a los jueces para que los dejen libres. Aquellos que cuando caen presos no van a celdas VIP sino a las comunes, en donde deben pagar por no hacer talacha pues si no pagan corren el riesgo de que les hagan chakachaka. Aquellos que como nunca han caido en el tambo. No saben como defenderse y pasan años en el calamaco esperando que la señora Justicia, haga eso justicia. Pero no saben que la pisada esa,  aseguran que es ciega, aunque no es sorda,  porque inclina su balanza  para el lado donde más fichas suenan. 

Así las cosas a ver si ahora que ya probó un poquito de lo mucho que sufre el pueblo de Guatemala, nuestro activísimo Procurador de los Derechos Humanos hace algo. Ahora que a su digna esposa ( por quien lamento lo sucedido y me uno a las voces de protesta por tan grotesco acto de intimidación) fue víctima, a ver si ahora defiende a los víctimarios. A ver si se sigue oponiendo la aplicación de la pena de muerte, que está contemplada en nuestro ordenamiento jurídico y que jueces, abogados y presidente, se pasaron por el trasero. Pues no quieren aplicar la ley. Y, no es que me alegre de la desgracia ajena, pobre cuate, también es guatemalteco y ser humano y que desgracia que ya ni él esté libre de estos vejámenes. Pero de que sirve que sea el procurapior si en lugar de levantar su voz por las víctimas lo hace para defender la vida de los victimarios.  Además nunca lo he visto en el sepelio de ninguno de esos guatemaltecos de escasos recursos. No lo vi consolando a los deudos de ese bebe que se quebraron allá en Villa Canales con una bala perdida, tampoco lo vi con la familia del don ese que se echaron al pico en el asalto a una camioneta y que era de San Pedro Ayampuc, ni a él ni a nuestro señor Presidente los vi presentando sus condolencias. 

Solo quisiera que el señor Procurapior supiera que no es la dureza del castigo la que persuade al delincuente de cometer actos ilícitos. Es la certeza jurídica, de que se cumplira el castigo prescrito por la ley, la que evita que este siga delinquiendo. Pero como la pobredumbre viene desde arriba. Que la vamos hacer hay que proteger a los inversionistas de las campañas políticas...y que recuperen lo invertido, eso es lo primero y la seguridad del pueblo que los elegió va en último lugar.

Bueno pues de eso se trata este espacio...de sacarme la espinita. De decir las cosas que me molestan, de hacer mi catarsis para mantener una mejor salud mental. 

Aquí, voy a dejar constancia de mis trabes y estados de ánimo. Aquí intentaré escribirle al amor, pues aunque ya tengo mis añejos de alguna manera todavía se me alborotan las hormonas. Y, el llaverito que tengo por mujer paga las consecuencias. 

Lo empiezo justo antes de la semana mayor. A pocos días de la cuaresma días que aprovecharé para escribir y contarles algo de mi y de lo mucho que estos ojos han visto y estos oídos escuchado, en este medio siglo de existencia. 

Bienvenidos pues...ojalá que al menos contribuya, a compartir el peso de este pesado fardo que se ha vuelto nuestra existencia en esta otrora tierra de la Eterna Primavera. 


Injusta justicia
En el país prevalece el sentimiento de que la justicia se aplica según el dinero que haya de por medio.

POR ROBERTO VILLALOBOS
ILUSTRACIÓN: NELSON XUYÁ

Imagen


Mafiosos, corruptos, ladrones, violadores, secuestradores, traficantes de drogas, pandilleros y otra sarta de delincuentes andan sueltos por las calles, mientras la población honrada tiene el riesgo latente de ser víctima de esa lacra de la sociedad. Esa es la triste historia de Guatemala.

Sin embargo, personas “comunes y corrientes”, esas que trabajan y que se exponen a la violencia de malhechores, están más propensas a enfrentar serios procesos penales por “insignificancias”, como cuando alguien se robó una gallina o cuando un lustrador se llevó un par de zapatos y unos calcetines. Claro, “un robo es un robo”, y debe ser castigado tanto el que limpia el calzado como el ex funcionario que se apropia millones de quetzales en fondos del Estado. De igual forma, el que se apropia de un saco de elotes y el narcotraficante por sus fechorías.

La sentencia depende, eso sí, de las pruebas presentadas por el Ministerio Público, de la credibilidad de los testigos, de la habilidad de los abogados y del criterio del juez.

Problemas

Los fallos judiciales han favorecido a políticos —muchos de ellos del gobierno eferregista—, a pesar de malversar fondos; así como a fiscales, oficiales y policías involucrados en corrupción. Algunos obtienen penas mínimas, fianzas insignificantes o arrestos domiciliarios sin vigilancia.

Mirna, una ciudadana que prefirió mantener su verdadero nombre en el anonimato, no corrió con la misma suerte. Hace algunos años un transeúnte se le atravesó y lo atropelló con su automóvil. Ella se quedó en el lugar para auxiliar a la víctima, al pensar en que si lo hacía no la llevarían detenida, y solo tendría que pagar por sus gastos médicos. No obstante, todo salió al revés, ya que fue puesta en prisión preventiva. Mirna acusa que en el proceso judicial hubo tráfico de influencia: “Al parecer la esposa del arrollado tenía algunos ‘conectes’, y forzó a que me mantuvieran en la cárcel”, refiere. Además, si deseaba salir libre, debía pagar una fianza de Q250 mil, lo cual “era imposible”, agrega. Y mientras el Ministerio Público investigaba el caso, permaneció encerrada por casi un año en Santa Teresita. “En ese tiempo pasé motines y viví los suplicios de las mujeres que están allí”. Comenta, por ejemplo, de cuando una muchacha estaba a punto de tener a su hijo, pero las autoridades no la dejaron salir. El resultado: la pérdida del bebé.

También recuerda la vez en que llevaron a otra a la bartolina por 15 días. Padeció gripe, estuvo sin sábanas y no se le dio suficiente agua. “Ella estaba infectada de VIH, y por su condición salió muy enferma”. La encargada no dejó que saliera a ver al médico y, en 24 horas, murió.

Pero las cosas no se quedan ahí, pues, testifica Mirna, que toda mujer que entra en la cárcel por cargos relacionados con narcóticos o robo, llega golpeada. Lo peor de todo es que “algunos de los policías, cuando las muchachas están de ‘buen ver’, las violan. Ellas, sin embargo, no pueden demostrarlo, porque las encierran en las cárceles públicas, y no tienen la posibilidad de hacerse los respectivos exámenes para acusarlos”, indica. “Es la palabra de los policías contra la de ellas”.

Mariano González, psicólogo de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (ODHA), expresa que toda persona que ingresa en el sistema penitenciario desarrolla depresión y soledad. Y es peor el sentimiento cuando el individuo considera que su arresto es injusto. “El ambiente de la cárcel genera un deseo de venganza, por lo que al salir querrá hacer el mal que le causaron”, explica.
Los reclusos, para sobrevivir, aprenden nuevas formas de defenderse. Al final, salen con otro tipo de aprendizaje, nada bueno. “Aunque en las cárceles hay equipos multidisciplinarios (médicos o psicólogos) que les ofrecen asistencia, su trabajo no es tan profundo, ya que son muy pocos para la gran cantidad de gente encerrada”, apunta González.

Eddy Morales, sociólogo-criminólogo y actual director del Sistema Penitenciario (SP), confirma lo expuesto por el experto de la ODHA: “Una persona que ingresa al preventivo puede salir con una serie de problemas psicológicos, vejámenes e, incluso, sufrir violaciones”. Estas situaciones también las podrían vivir aquellos que han cometido delitos menores (riñas, escándalo en la vía pública o accidentes de tránsito, por ejemplo).
Según Recinos, el SP procura que personas que cometen infracciones leves sean colocadas en determinados sectores, lejos de pandilleros, asesinos o extorsionistas. Pero, confiesa, que esto no siempre es posible, debido al hacinamiento en que se encuentra todo el sistema carcelario del país. “Falta infraestructura. La que tenemos no es suficiente ni es apta para la cantidad de reclusos”, comenta. La capacidad actual de presidios es para seis mil personas, y las que hay ahora son cerca de ocho mil 700.
Todas estas situaciones que indignan, en gran parte, son consecuencia de la lentitud del Ministerio Público para investigar y de los tribunales para resolver.
Al final, Mirna fue absuelta de los cargos, pero pasó casi 12 meses en prisión, y tuvo que soportar un enorme sentimiento de vergüenza. “Una es gente de bien, y era feo que mi familia y amigos me llegaran a ver a ese lugar”, comenta.

Más adversidad

“Los más afectados con las sentencias son los que no tienen recursos económicos para pagar fianza u otra medida sustitutiva”, expone Jorge Mario Castillo, defensor del debido proceso y recluso de la Procuraduría de los Derechos Humanos. “Gente de escasos recursos no tiene acceso a una caución como la que le ponen a los funcionarios”, subraya.
Castillo opina que “la apariencia tiene que ver en que una persona se le sindique de algún hecho”.

“Hay impunidad, todo está politizado”, expresa Luis González Dubón, doctor en derecho y portavoz de la Liga Pro Patria. Además, “los sobornos, el tráfico de influencias y el compadrazgo están a la orden del día”, asegura.
Otro caso relevante es el de una mujer que, en un supermercado, sustrajo un pantalón. Se le condenó a dos años de cárcel. “Cualquier robo debe ser castigado, pero los jueces también deben analizar la dimensión del delito y, en base a ello, condenar”, refiere Castillo.

Axel Romero, abogado y notario, explica que en la ley hay gradaciones en los delitos, al menos en teoría, y en eso se basan los jueces para emitir sus fallos. Los jueces, a su vez, también son víctimas de amenazas e intimidaciones si no se exculpan a los agresores.

“La ley es igual para todos, pero los problemas aparecen también cuando un juez se deja impresionar por alguien con poder, y pasa lo contrario cuando se trata de un ‘Juan Pérez’”, agrega.
De esa cuenta, los tribunales, al parecer, cometen injusticias difíciles de explicar, como quien roba un pavo de Navidad encuentra mayores condenas que quien defrauda millones de quetzales al Estado.

“En Guatemala se castiga la pobreza, no el delito”, sentencia Castillo.
Romero atribuye gran parte de la deficiencia de la justicia al Ministerio Público. “Para ellos es más fácil buscar causas que eximen de responsabilidad a alguien, para no tener que sacar el trabajo. De esa forma, no tienen que encontrar material de investigación que sí conducirían a tratar los casos de manera profunda”, argumenta.

De igual manera, existe la posibilidad de que una persona condenada se adhiera a la redención de penas por trabajo y buena conducta. Ésta se le concedió, por ejemplo, a Byron Barrientos, ex ministro de Gobernación, quien fue capturado en marzo del 2004. Fue condenado por el desvío de Q81 millones, pero salió libre el 27 de junio del 2008.
“Las medidas sustitutivas son inoperantes y no se implementan con eficiencia”, expresa González Dubón.



No hay comentarios:

Publicar un comentario